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Una Transformadora Experiencia Espiritual

IluminaciónLlamamos “Despertar Espiritual” a una serie de sensaciones, emociones o vacío, actitudes, puntos de vista acerca de la vida, del mundo y de uno mismo alterados que pueden ocurrir en la vida de una persona, que suceden en un momento dado, generalmente después de una crisis y que producen cambios en la persona, en su entorno y en su vida altamente transformadores y desestabilizadores en los primeros tiempos.

Como todo en la vida y después de la vida, como dice la Ley hermética de Correspondencia (como es arriba es abajo…),  cada persona experimenta ese “Despertar” de forma única e irrepetible, aunque se observan algunos puntos en común como son una importante crisis previa, la pérdida del ego, el vaciamiento de todo lo conocido hasta el momento, el estado de desnudez espiritual en el que queda, el cambio de ánimo, que pilla por sorpresa, que cambia la vida, que hace que te sientas perdido e incapaz de continuar con la vida que llevabas antes, etc. ”…eres la pura nada intentando comunicar…” dice Andrea de Luca, que en un vídeo nos cuenta su sorprendente “Despertar Espiritual”.

Brota la necesidad de buscar personas que ayuden a entender, que expliquen lo que está pasando,  lecturas que contengan algo con lo que identificar ese estado, que cuenten que no te ocurre esto solo a ti, que les pasa a otras personas y buscan soluciones para hacer ese tránsito más llevadero hacia una normalidad que dudan que sea posible, porque puede no ser fácil pues hablamos de un renacer, de volverse a construir. Y se resiente la familia, el trabajo, el entorno,… de una manera o de otra, para bien o para menos bien, la lista de prioridades cambia y se tambalea,… ya nada es igual… y se apodera de la persona una extraña sensación de estar perdida, de no saber qué es lo que está ocurriendo pues todo lo conocido ya no vale y se cuestiona su “normalidad” mental.

Contar con la ayuda de personas que conozcan que estos momentos forman parte de un proceso natural, que sepan acompañar, escuchar, tranquilizar, guiar o simplemente estar con consciencia, según el momento, no tiene precio y este es un espacio en el que los Terapeutas podemos aportar mucho serenando a la persona, guiándola para que se encuentre consigo misma, se reconstruya, se reubique en su entorno, con su nueva identidad y consiga sentirse integrada y en paz.

La experiencia espiritual de A. G., llena de dureza y de sensibilidad, materializa la sencillez de lo prodigioso y la naturalidad de lo milagroso. Tiene el candor especial de la persona que cuenta, llena de gozo, lo que ha vivido. Os cuento…

El despertar de A. G.

Si tuviera que definir mi infancia la definiría como soledad. No tengo hermanos y siempre estaba solo porque mis padres trabajaban.

Incomprensión es otro sentimiento que me ha acompañado. De pequeñito nos fuimos a Arenys de Mar y con 10 años a  Alemania. Allí comenzó a forjarse mi rebeldía. Cuando llegué no conocía el idioma y experimenté el racismo en mí porque los niños me decían: “extranjero de mierda, ¡vete!”. Yo me defendía, pegaba a esos niños y se iban llorando a los maestros. Pidieron hablar con mis padres y el maestro les pidió permiso para que me pegara.

Mi padre me dijo: “a ver, hijo, es que siempre has sido muy rebelde, estamos en un país extranjero, nos pueden echar. Dile al maestro que sí, que le autorizamos para que te pueda pegar”. Yo se lo tenía que estar traduciendo, porque ellos no hablaban el alemán.

Y nada más irse mis padres, aquel maestro me metió en una habitación, me bajó los pantalones, me puso sobre sus rodillas y con una vara me pegaba en el culo. Yo me acuerdo que lloraba sobre todo porque no entendía nada, y seguía aumentando mi rebeldía.

Cuando cumplí 16 años mis padres pensaron que era mejor que yo me viniese para España con una tía, porque decían que me estaba haciendo mayor y si me casaba con una alemana ellos me perderían. Aquí conocí a la que hoy es mi mujer y nos casamos.

Después me fui a la mili y allí empecé con los porros. De ahí a la cocaína, los tripis (dosis de LSD), y al final de todo la heroína y ahí empezó mi declive. Comencé a delinquir para conseguir la papelina (la dosis).

Yo me sentía mal porque hacía daño, y cada vez me fui degradando más. Llegué a robar a mis padres, el oro de mi familia, en fin, pasó por mi cabeza muchas veces la idea de quitarme la vida porque yo no quería hacerlos de sufrir pero era incapaz de quitarme de la droga.

En Canarias me llevaron de conducción a juicio con dos hermanos que hoy están muertos de sida y eran mis amigos. Yo seguía con esa tristeza, sin entender nada, metido en la noche oscura del alma, no tenía sentido para mi nada.

Valle de la OrotabaCuando llegamos allí a Tenerife, hoy para mí todo tiene sentido porque la cárcel en Tenerife estaba en un sitio que se llama Valle de la Orotaba  y donde estaba ubicada la cárcel es el Valle de la Esperanza y fue curioso. Después he ido comprendiéndolo. Cuando llegué yo tenía un reloj Cassio que era digital y no sé por qué miré la hora y eran las 5:55 y ese número luego ha tenido mucho significado en mi vida.

Tenía una celda solo y esa cárcel para mí era como Vip porque estaba en un alto. Desde mi celda veía parte del mar, había algún árbol que otro… se podía decir que era bonito, si es que se puede decir eso de una cárcel.

Un amigo mío me dijo que tenía un libro que se titulaba “Los Miserables”. Me lo dejó y comencé a leerlo y esa historia me conmovió tanto que me entraron muchas ganas de llorar. Yo me negaba a llorar porque entonces los hombres no lloraban, había que ser duro, y apenas me podía contener.  Entré en rebelión con mis sentimientos y recuerdo, porque las lágrimas acudían a mí con fuerza, que grité con mucha rabia “no quiero llorar”. Yo estaba solo en mi celda. Y entonces escuché una voz que de forma muy pausada me dijo: “A., A. …(repitió mi nombre. Yo me quedé parado)… por qué te avergüenzas de llorar, ¿no crees que si Dios no hubiese querido que los hombres llorasen los hubiese creado sin lágrimas?”

Y rompí a llorar y yo no sé cuánto tiempo estuve llorando pero si sé que con aquellas lágrimas se fue todo mi dolor. Entendí muchas cosas y hubo un momento en que miré por la ventana y un sentimiento de amor me sobrecogió. Por un momento sentí que todo era Unidad. Había un árbol y yo era ese árbol, yo era la nube, yo era el mar, todo estaba conectado. Fue muy hermoso, yo nunca había sentido tanto amor ni me había sentido tan amado.

Había llorado sobre la manga del jersey y lo escurrí en el lavabo y salió agua como de recién lavado. Me sentía maravillado.

Sobrecogido aún salí al patio y empecé a decirles a mis amigos “¡he visto a Dios, he visto a Dios!” y me contestaron: “pero cállate, gil…, que aquí hay que ir de duro".

Pero mi vida cambió. Todo lo que sucedió después para mí son milagros, cómo mi vida se fue transformando, las cosas bonitas que me sucedieron y hasta hoy.

En la cárcel de Extremadura, estaba con unos amiguetes míos para los que yo era un líder. Cuando hablé con el psicólogo y le conté mi experiencia me dijo “yo te creo, A., pero te va a costar porque tú aquí tienes un expediente muy amplio y tienes que demostrar que de verdad es así “, y bueno, me lo propuse y lo hice, pero al principio todo el mundo dudaba. Mis compañeros sabían que mi vida  en la cárcel era prácticamente levantarme y buscarme la vida para la papelina de heroína, y pasé de eso a hablar con todo el mundo, me ofrecían y no quería, andaba siempre con la Biblia a cuestas y era muy gracioso porque la gente me miraba así como raro y pensaban “bah, este tío se ha quedado colgado” y otros decían “que no, que A. tiene mucho coco, que este lo hace para convencer a los psicólogos y salir en libertad”. Hasta que poco a poco se fueron dando cuenta que en mí había autenticidad, que ahí había algo.

Cárcel de ExtremaduraY ahí la gente me llegaba y fue una época muy bonita.  Mis amigos seguían trapicheando en el patio, buscándose la vidilla pero un día me viene allí en el patio un amigo que era chiquitillo y le llamábamos “El Peque” cariñosamente y me dice: "A., quiero hablar contigo". Yo le digo: "venga, dime". "Pues es que he estado en el médico y me ha dicho que tengo la candi (candidiasis) en el paladar". Es una enfermedad frecuente entre los que tenemos sida, porque como tenemos el sistema inmunológico hecho polvo…pues cualquier enfermedad nos ataca. Me enseñó el paladar y le tenía lleno de puntitos amarillos que serían de pus. Me dijo: "he estado en el médico y me ha mandado un medicamento y me ha dicho que tengo por lo menos para dos meses, pero yo quiero que tú me ayudes a curarme". Yo me quedé sorprendido, ¿Qué yo te ayude?, "bueno, pues no sé, cuando subamos a las celdas, (en esos diez o quince minutos antes de entrar y que nos encerraran a cada uno en nuestra celda) hablamos y lo vemos". Y así lo hicimos, vino a mi celda y yo me preguntaba: "¿qué hago?", y le dije: "dame las manos", y entonces  me dio las manos y yo dije: "vamos a rezar un Padrenuestro". Rezamos el Padrenuestro juntos y cuando terminamos yo le seguía sujetando las manos y le dije: "mírame a los ojos". Y le estuve mirando hasta que él no aguantó la mirada y la bajó y en ese momento le solté y le puse las manos en la cabeza e intenté sentir mucho amor, como así fue, mucho amor y sentía calor en mis manos. Luego se fue a su celda, vino el funcionario y nos cerraron.

Al día siguiente bajé al patio. Yo siempre tenía la costumbre de irme a un sitio apartado y leer, me empezaron a llegar libros pues de éstos, crísticos, de budismo, etc. y yo me maravillaba porque lo entendía todo muy bien y sabía que era la experiencia de lo que yo sentía. Y estoy leyendo y me viene el Peque y me dice: ·mira A.·, y me enseña el paladar (se me pone carne gallina según te lo estoy diciendo). Me enseña el paladar y no tenía nada, se le había curado todo. Entonces le dije: "¿has ido al médico?" Y me dijo: "claro que he ido al médico". Y le dije: "¿y qué te ha dicho él?", "pues que no tiene explicación. No le he dicho nada de lo tuyo, de lo de que me has puesto la mano y tal; me ha dicho que estoy curado y que no se lo explica, que estoy bien y que no siga tomándome la medicación".

Recuerdo que eso fue bellísimo y recuerdo que él me dijo: (él era un tío que nada más que vivía para chutarse, para inyectarse la heroína) "¿qué puedo hacer en agradecimiento?" Y le dije: "Pues no sé, si quieres ir el domingo a Misa y darle algo al sacerdote para que se lo dé a los pobres o a gente necesitada"…Y me llegó el domingo por la tarde y me dijo: "A., he hecho lo que tú me has dicho, los mil duros que tenía que hubiesen sido para heroína se los he dado al sacerdote para que lo reparta entre los pobres". ¡Qué cosas más bonitas!

Yo le daba vueltas a las cosas y me maravillaba, además yo tenía un sentimiento de amor muy grande. Yo estaba paseando siempre en el patio, porque es la única forma de andar, allí en el patio, pues venga a dar vueltas, venga a dar vueltas y había como un cuadrado que tenía tierra y dentro de él había un tronco que estaba seco. En la raíz del tronco habían hecho fuego y estaba todo quemado. Cada vez que yo pasaba por allí sentía como la necesidad de tocarlo y yo mismo me decía: -¡Bah, pero qué locura!, lo del Peque tiene razón de ser , se ha curado una persona, es un bien, pero tocar un árbol…, esto es un poco engreimiento. Pero cada vez que pasaba sentía más la necesidad de tocarlo hasta que al final llegué y toqué el árbol. Y lo mismo, pasaron cuatro o cinco días, yo estaba paseando y ni me acordaba, cuando miro al árbol y había florecido (se me pone otra vez carne gallina, es que es precioso lo que me pasó). Yo me pregunté que por qué razón, y entonces sentí que debía entender en ese gesto como que ese árbol seco era yo, apartado del amor, alejado. Y  yo como todos los que estamos apartados del amor, de su centro, de su núcleo de luz. Un poco era mi alma, apartada del amor de Dios. Y lo entendí, comprendí porqué debía tocarlo y ahora ¡mi alma estaba tan crecida en amor!

Me llegaban árabes que hablaban español y querían hablar conmigo,  coleguitas que me contaban su vida, y me decían: "A., es que en ti vemos algo, porque yo del psicólogo no me fio pero tú eres uno de nosotros, jo…y hemos visto el cambio. Tú respiras verdad, -me decían- en ti confiamos". Y me contaban cómo no tuvieron más remedio que meterse en la droga, cómo habían terminado en la cárcel, y todo era muy parecido. Siempre había una familia rota, con matices distintos pero en el fondo todo era lo mismo, padres que llegaban borrachos, pegaban a la madre, ellos viéndolo. No había dinero y pasaban calamidades y eso iba rompiendo el corazón.

Y la gente se maravillaba de ver cómo yo, que antes pasaba todo el día buscando heroína y metiéndome en jaleos, ahora  daba buenos consejos y expandía paz, eso era lo bonito. Y todos nacemos buenos, somos semillas de amor, pero si esa semilla, no tiene el riego que necesita, ese amor no se apaga, porque es semilla eterna, semilla de Dios, no se puede apagar, pero si es verdad que se transforma, se vuelve otra cosa, casi justamente lo contrario, empieza a odiar, pero la semilla de amor está solamente ahí, esperando. Nadie está lo suficientemente alejado de Dios para que no pueda volver, de hecho todos volveremos, unos antes, otros después. Entendí también que yo debía hacer eso, contar mi experiencia, ayudar a todo el que podía  y la gente me iba llegando y fue muy bonito.

Cárcel de NavalcarneroEn Navalcarnero me siguieron ocurriendo cosas. Yo estaba en un patio y ese patio del módulo en el que estaba, no había llegado a los cuarenta años, treinta y tantos tendría y ya me llamaban el viejo gente de veinte, veinticinco años, buena gente pero muy hechos polvo. Me oían y me decían: "A.", (yo había hecho un cursillo de mecanografía pero que le dejé a medias, vamos que yo no tenía mucha idea) y me decían: "mira, es que llevo seis o siete años sin conseguir un permiso, me lo echan para atrás, quiero hacer un escrito al juez de vigilancia pero yo no sé cómo hacerlo y yo creo que tú, si me quieres ayudar"…y claro, yo no tenía ni idea pero tampoco quería defraudarlos, y les decía: "Bueno, pues vale". Yo me metía en mi celda y hacía oración y me ponía a hacer el escrito. Como yo no entendía de leyes ni nada, yo lo que hacía era lo que yo sentía, como si la carta la estuviera haciendo por mí y le daba al juez mi palabra de que no me iba a escapar, de que iba a hacer buen uso del permiso, siempre tocando el corazón del juez. Hice cuatro o cinco escritos y todos consiguieron su permiso de libertad y ninguno me falló de los chavales. Yo les decía: "mira, no hagas faenas, vuelve porque si no te vas a fastidiar y si traes droga y te cogen pues tampoco mola". Y me decían: "Te doy mi palabra, A.". Y cuando se les acababa el permiso todos volvían y no se metían en líos.

Luego salí en libertad en 1995 con dos años de libertad condicional que tenía que ir a un psicólogo, me hacían pruebas para que vieran que no me drogaba. Cuando salía a andar  siempre me gustaba llevarme cinco o diez euros por si encontraba a alguien que me los pedía que estaba necesitado, pues yo se los daba. Y uno de los días pues allí, pegado al Hospital había un chaval tumbado en un banco y parecía que estaba dormido. Me dije: no le despierto, me voy a dar la vuelta y si vuelvo y sigue así, se lo doy porque eso es señal de que Dios quiere que le dé el dinero, pensé yo. Y así fue. Di la vuelta que daba normalmente y a la hora o así volví y el chaval seguía allí tumbado. Entonces saqué los diez euros que llevaba en un billete y le toqué y le dije: toma, para que desayunes y te comas algo y me miró con ojos de asombro, muy asombrado muy asombrado  y me dijo: "¿pero tú sabes lo que yo estaba diciendo ahora mismo?" "Pues no". "Estaba diciendo: -Dios mío, Dios mío, ayúdame, ¡no puedo más! Y en ese momento tú me tocas y me das el dinero". Yo estoy seguro que aquello tocó el alma de aquella persona. No he vuelto a saber de él, pero pienso que  eso no lo ha olvidado.

Ahora estoy en otra fase. Con un grupo de espiritualidad hemos tenido momentos de sentir amor, de irnos de ejercicios espirituales y unas vivencias preciosas. Pero yo tenía cosas pendientes y tuve la mano de mi madre entre las mías hasta que murió. Ahora cuido de mi padre. Mis hijos sufrieron mucho y mi compañera de vida también. Ahora me toca eso. Eso no quiere decir que un día no pueda irme a algún sitio, dar una charla o disfrutar con otras personas, pero entiendo que mi lugar ahora está aquí, porque ellos también están gozosos de verme bien.  

Estuve dos meses con los monjes cistercienses en un Monasterio y hacía la vida de ellos, me levantaba a las cinco de la mañana, oración, trabajaba y a cambio de mi trabajo ellos no me cobraban la manutención y viví experiencias  muy bonitas también. También fue un tiempo precioso, de cercanía, de amor y de allí salieron fuertes tomas de conciencia, lo que pasa verdaderamente con el alma, que pasas por el dolor y te sumerges en él y no sabes cómo salir y lo que me ocurrió me preparó para que mi alma pudiera despertar y estar llena de amor. Y así lo puse en esta poesía o como se llame.

 

¡Oh amanecer victorioso

Sobre la oscura mentira,

Qué tristeza tiene el alma

Hasta que no clarea el día

Abandonada al dolor de pena

Se estremecía, sin poderlo

Remediar del vino amargo

Bebía, sin comprender

Todavía, que para de Amor

Llenarse, primero ha de estar

Vacía.

                                                                           PAZ Y BIEN     A.G.

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