Este texto ha sido extraído de la web ScienceDaily (29 de diciembre de 2008), traducido con el servicio...
Las disciplinas muy estrictas causan que los niños sean muy mentirosos
Vivimos en un mundo tan incoherente y adoctrinador que necesitamos estudios científicos para comprobar lo que debería ser obvio: si la sanción por decir la verdad o mentir es la misma, es preferible mentir, porque, por lo menos, existe la posibilidad de salvarse del castigo. Aunque, en realidad, el problema de la mentira no se termina con la explicación lógica.
Todo comportamiento, que en un principio puede ser puntual, acabará convirtiéndose en un hábito si la respuesta emocional que lo provoca (miedo al castigo en este caso) es tan fuerte que nubla la capacidad de ver la realidad. Un niño que "aprende" a mentir en una situación determinada, puede acabar haciéndolo en otro ámbito diferente, en el que no tenga sentido porque no recibiría un castigo. Pero ya se habrá forjado el estímulo (miedo) - respuesta (mentir) y la acción se vuelve automática. Si se intenta el cambio con "amenazas" ("si sigues mintiendo no podré confiar en ti"), lo que obtendremos es un incremento en la intensidad del miedo al castigo y reforzaremos el vínculo estímulo - respuesta.
El único modo de salir de ese bucle es la descarga del miedo a ser castigado.
Ahora podemos empezar a explicarnos por qué hay personas adultas que inventan excusas absurdas para no recibir el "castigo".
El artículo (original)
Muchos creen que sin órdenes estrictas una persona no es capaz de trabajar de forma productiva, por lo que el hierro de la disciplina debe ser respetada en todas partes; en la oficina, en el instituto, en el ejército, en la escuela. Sin embargo, psicólogos canadienses encontraron que las disciplinas muy estrictas en las escuelas causa que los niños sean muy mentirosos.
Observando el comportamiento de los niños, dos psicólogos canadienses han aprendido acerca de cómo la disciplina afecta la integridad de los alumnos pequeños. Los resultados se presentan en su artículo publicado en la revista de psicología “Desarrollo Infantil”.
La Profesora Victoria Talver de la Universidad McGill, y el profesor Kang Li de la Universidad de Toronto observaron el comportamiento de los alumnos más jóvenes. Todos vivían en un área, pero asistían a diferentes escuelas.
Se observó a los alumnos de – una escuela con un riguroso orden tradicional, y disciplina autoritaria. En ella, los estudiantes desobedientes o con faltas, eran azotados, golpeados con una regla o puños restringidos. Sancionado por cualquier infracción: como un lápiz olvidado en casa, y en caso de incumplimiento de silencio en el aula.
También se observaron a otros alumnos que asistían a una escuela con las órdenes menos restrictivas. Por incumplimiento de la disciplina recibian solamente una amonestación o por hacer algo prohibido como jugar en la cancha durante algún tiempo. Si la mala conducta era grave, los alumnos eran llevados con el director o se les informaba a sus padres.
Los psicólogos han llevado a cabo un experimento. En primer lugar, los niños fueron dejados por un corto tiempo en una habitación donde había unos juguetes, y se les pidió no agarrar ninguno hasta que fuese permitido por los investigadores.
En la mayoría de los casos, los estudiantes de ambas escuelas, por supuesto, no pudieron resistir la tentación y tomaron un juguete. Cuando el psicólogo les pidió cuentas del hecho, casi todos los estudiantes de la escuela con órdenes estrictas mintieron mirando al techo. Aunque sólo la mitad de los estudiantes de otras escuelas han recurrido a las mentiras para justificar el acto.
Curiosamente, mintieron al principio del experimento, los niños de la escuela con una disciplina estricta y continua para engañar más a los investigadores. Cuando se les preguntó preguntas específicas sobre cualquier juguete y sus características distintivas, dieron respuestas incorrectas. La entrevista se llevó a cabo con cada niño.
Los resultados de las observaciones muestran claramente que el sistema autoritario de la educación hace que el estudiante mienta y desarrolle su habilidad para fingir hábilmente por temor al castigo. “Estas condiciones obligan a los niños a inventar nuevas estrategias de engaño con el fin de sobrevivir y adaptarse a la situación”, – explica Víctor Talver.
“Espero que nuestro estudio demuestren una vez y por todas a las personas que el sistema de control autoritario es extremadamente improductivos. Con unos pocos, por supuesto, no es la excepción. Está claro que la intimidación sólo ayuda a mejorar la habilidad y astucia para fingir. Cuando todos hacen nada más ocultar sus defectos y errores con su mentira, El trabajo no avanza”- dijo Kang Lee.