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Biodescodificación y felicidad

Biodescodificación y felicidadLa felicidad puede ser un término difícil de definir, pero si la entendemos como la ausencia de sufrimiento, acotamos un espacio que nos puede ser mucho más práctico para encontrar un procedimiento que consiga el cese del dolor en nuestra vida. Y para ello, hemos de analizar qué es el sufrimiento.

En general, distinguimos dos clases de sufrimiento: el físico (accidentes y enfermedad) y el psicoemocional; puesto que vienen de dos fuentes claramente separables, el exterior y el interior del cuerpo. Esta distinción, aparentemente clara, puede tambalearse a la luz de las últimas investigaciones en neurología, pues concluyen que las dos sensaciones son procesadas por la misma zona cerebral y, por tanto, el dolor que se percibe, sea cual sea su fuente, es indistinguible. Es decir, el sufrimiento, entendido como dolor, es una percepción interna y subjetiva, e idéntica, tanto para el dolor físico como para el psiquicoemocional. Este hecho hace que surja una pregunta. Si las dos clases de sufrimiento realmente son una, ¿tendrá relación la enfermedad con los conflictos  psicoemocionales?

Fragmento del vídeo de la charla: El fundamento biológico de la solidaridad.

 

La Biodescodificación nos responde afirmativamente.

Biodescodificación es el nombre que se da en España a uno de los nuevos enfoques terapéuticos, desarrollados a partir de los descubrimientos del médico alemán Ryke Geerd Hamer, y otros, sobre el origen y sentido de las enfermedades. Según ésta, las “enfermedades” no existen como tales, sino que se trata de programas biológicos de supervivencia, que el cerebro activa como forma de adaptar el organismo al estrés que padece, fruto de los conflictos que afectan a todo ser vivo. ¿Y cuándo tiene un conflicto un ser vivo? Cuando sufre una situación vital, en cierto modo, no esperada, muy estresante, en la que no se siente comprendido por los demás y a la que no se encuentra solución.

En definitiva, parece que la clave de todo este proceso subconsciente es el estrés, término que se aplica a la respuesta fisiológica automática ante situaciones emocionales intensas. En este enfoque, la emoción se corresponde con el sistema de alerta y coordinación del organismo, fijando la importancia de los eventos ocurridos. Una situación asociada a emociones intensas será importante, mientras que si las emociones son bajas, se considerará una nimiedad. Esa importancia puede llegar al extremo de que el cerebro ordene a los tejidos u órganos cambios en su funcionamiento natural, produciéndose una adaptación biológica que permita enfrentarse, con más opciones, a las demandas del entorno. Este mecanismo, que en animales o sociedades muy básicas es perfecto, se vuelve un problema en la sociedad actual, debido a la capacidad de asociación libre del cerebro humano. Pues una discusión con un jefe puede ser interpretada como “un bocado que no se puede digerir”, a lo que el cerebro responde ordenando la producción de más ácido gástrico, con el fin de diluir el “bocado” inexistente, provocando la consiguiente sensación real de acidez en el estómago. De este modo, el cerebro “biologiza” todos los conflictos psicológicos vinculando el sufrimiento emocional con el sufrimiento físico.

La buena noticia es que si la enfermedad está enlazada al conflicto psicoemocional, la solución pasa por liberar las emociones que llevan al cerebro a evaluar como importante la situación. Esta solución, aunque pueda resultar sorprendente, se conoce desde hace milenios bajo el nombre de ejercicios de relajación o meditación. Nuestro organismo posee un sistema interno que le prepara para entrar en estrés (simpático) y otro para salir de ese estado de sobrecarga (parasimpático): son las denominadas respuestas de estrés y relajación. Pero no se ha conocido hasta fechas recientes el mecanismo completo que regula esos sistemas.

Nuestros comportamientos ante eventos se van programando en nuestro cerebro (patrones complejos estímulo-respuesta) según nos desarrollamos (gestación incluida) e, incluso, podemos tener predisposiciones codificadas en los genes, procedentes de nuestros ancestros. Creemos que las acciones que tomamos en el día a día y nuestra manera de actuar son elecciones libres, pero, según las investigaciones, más del 90% de nuestro comportamiento es automático, acorde a los patrones almacenados en nuestro cerebro. La importancia de dichos patrones viene marcada por la carga emocional que lleven asociada. Cuanto más intensa, más fuerte será el patrón, ya que la respuesta de estrés generada provoca la reducción del riego sanguíneo a las zonas racionales del cerebro, bloqueando todo intento de inhibición de la ejecución del patrón.

La única manera de salir de ese bucle es la liberación de todas las emociones asociadas, inactivando el patrón y sacando al cerebro del estado de alerta, con lo que revertirá las programaciones biológicas adaptativas que disparó. El proceso de liberación de las emociones es relativamente simple: activar la emoción mediante el recuerdo, imaginación o estimulación del cuerpo y la subsiguiente práctica de una técnica de relajación. Pero, como el subconsciente ha desarrollado sistemas de defensa para aislarnos del sufrimiento, se puede bloquear el acceso a la emoción o su liberación. En este caso hemos de encontrar qué patrón emocional bloquea al anterior y proceder a su liberación. La frase “mágica” para acceder a los programas bloqueadores es: “¿qué es lo peor que puede pasar si dejamos que se vaya esta emoción?”.

Resumiendo. El sufrimiento es la causa de la infelicidad, y proviene de patrones emocionales subconscientes. La ejecución de estos programas genera dolor emocional y adaptaciones fisiológicas que denominamos enfermedad. La liberación, mediante cualquier técnica de relajación, de todas las emociones asociadas a los patrones producirá que estos no se ejecuten, saliendo de la enfermedad y el dolor emocional. Volviendo al estado de felicidad.

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